Naves mancas by Carlos Canales Torres & Miguel del Rey Vicente

Naves mancas by Carlos Canales Torres & Miguel del Rey Vicente

autor:Carlos Canales Torres & Miguel del Rey Vicente [Canales Torres, Carlos & del Rey Vicente, Miguel]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Divulgación, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 2011-01-01T00:00:00+00:00


5.7 LOS ÚLTIMOS FILIBUSTIERS

LA TOMA DE CARTAGENA FUE EN REALIDAD el último éxito de aquellos viejos forajidos del Caribe. Para lograrlo, habían necesitado del concurso de la armada real de Luis XIV, cuyos jefes los habían despreciado, ignorado y engañado. Muchos piratas comenzaron a ser conscientes de que sus buenos días habían acabado, pero otros continuaron tercamente con lo que, al fin y al cabo, era lo único que sabían hacer. Poco a poco, según se iban recuperando las naves de la Armada de Barlovento, fueron eliminados.

Antes de su final, escribirían un epílogo, pobre y violento, en las aguas del Mar del Sur.

Los filibusteros conocieron el Pacífico en 1679, al cruzar el istmo de Panamá y parte de las actuales Colombia y Venezuela, a través del infierno verde del Darién. En la década de 1680 comenzaron a establecerse en pequeñas aldeas que fueron edificando con mayor o menor ayuda de los indios focales, con los que realizaban un comercio basado en el trueque. Allí, algunos grupos lograron construir canoas para hostigar la navegación de cabotaje y asaltar fincas aisladas, pues más de eso no podían hacer con su escasa fuerza. Eran más molestos que peligrosos, pero de todas formas, la Armada del Virreinato del Perú, que en cualquier caso no podía permitir que se instalasen en los territorios de la Corona, los buscaba en sus posibles escondites, un trabajo realmente difícil en una costa de miles de kilómetros. Sin embargo, cuando dos piratas ingleses, Crowley y Cook, que operaban desde las costas de Virginia, capturaron un navío holandés de 36 cañones y, unidos a otro de 16, que mandaba John Eaton, entraron en el Pacífico pasando por el estrecho de Magallanes las cosas se complicaron.

Cook murió en lo que podríamos llamar una desavenencia con Crowley y, como pasa tantas veces, se vio beneficiado un tercero, Edward Davis, que fue elegido, suponemos que por aclamación, líder de los piratas. A las órdenes de su nuevo jefe recorrieron la costa americana con escasa fortuna y, en el istmo de Panamá, se les unió una considerable turba de desesperados que pululaba por las islas del Caribe. Llegaron a disponer de 12 naves artilladas y 8 mercantes capturados, que protegieron con hombres armados. Desde su madriguera situada en las islas deshabitadas entre las actuales Costa Rica y Ecuador, se dedicaron al saqueo indiscriminado, hasta que en junio de 1685, se encontraron con una flotilla virreinal, al mando de Pedro Pontejos, como general, y Antonio de Veas, como almirante. A pesar de que eran antiguos, los galeones del virrey tenían 40 cañones los dos más grandes, 26 el tercero y, junto a ellos, iba un patache.

Calculando que los españoles los superaban en fuerza por sus barcos, pero no en número, Davis decidió luchar. No fue una buena idea. Aun así, la suerte estaba ese día de su lado y, cuando parecía que los de Pontejos se iban a imponer con facilidad, les sorprendieron no concluyendo el trabajo y dejándolos retirarse. Fue una oportunidad desperdiciada que los piratas no desaprovecharon.



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